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Ese día amaneció temprano, echó la escopeta al hombro y se sirvió un buen trago de ron de su petaca. Siguió caminando por un camino en el que reinaba la quietud, de árboles poco frondosos y bastante arena, parecía que estaba abandonando el bosque. Entonces a lo lejos vió algo con lo que muchas noches desde su partida había soñado: era un precioso lago de aguas cristalinas, algunas pequeñas flores blancas en los bordes y piedras en el fondo. Se acercó un poco más, se alegró francamente por ver algo bello, y quitándose la ropa entro despacio en el lago.
Al principio el agua estaba bastante fría, pero después sus músculos se destensaron y pudo notar la humedad, la caricia del agua al ascender por su espalda, echó la cabeza hacia atrás y se sumergió por completo, entonces abrió los ojos para admirar el momento, pero admiro mas de lo que creía, había alguien más sentado en la orilla.
Intento no soltar demasiado aire para que no se percatara de su presencia y calculo la distancia a la que estaba su montón de ropa y su escopeta. Con un movimiento repentino saco el torso del agua y cogió la escopeta alargando la mano, con un torpe movimiento apunto a la persona. Cuando salió de su frenesí bajó el arma, se dio cuenta de que era apenas una niña con ropas algo desgastadas y mugrientas, por lo que pensó que era una niña pobre vagabundeando perdida.
Al darse cuenta que había un hombre desnudo apuntándole con una escopeta la chiquilla retrocedió con la intención de echar a correr.
- Espera un momento! – dijo él – no voy a disparar. Ven, acércate – insistió.
La niña no corrió, pero tampoco se acercó y el se dio cuenta del porque.
- Vaya lo siento, si…- dijo mientras se volvía a vestir- bueno dime, que hace una muchacha tan bonita vagabundeando sola?- al acabar de decirlo vio que tenia razón, era una niña bastante guapa, con pequeños rizos que le caían por los lados de una pálida cara con ojos castaños que contrastaba con el rojizo de su pelo.
- No estoy sola!- replico la niña enfadada- mi hermano esta conmigo, pero ahora, desde hace unos días no me acompaña porque tengo que “buscar castañas”!
Rudel entendió mejor que ella porque no le acompañaba su hermano y pensó que el debía abandonarla también, apenas podía sobrevivir él como para alimentar otra boca más, y encima una boca chillona y maleducada, pero entonces la niña volvió a hablar.
- Yo tenia una casa con chimenea! Te lo puedes creer?, antes de que todo pasara veníamos a este lago a juntarnos con la familia, mi hermano dice que el desastre le quitó toda la belleza al mundo, pero yo pienso que aun hay cosas bonitas, este lago es una de ellas!- dijo mirando al fondo del lago.
Él vaciló antes de contestar.
- Mira a tu alrededor, el mundo esta podrido y no puedes hacer nada por él, y aunque vengas a este lago tu familia no se reunirá aquí, probablemente estén todos muertos o caminando solos en busca de algún lugar mejor que jamás encontraran, porque no lo hay!.
Para su sorpresa la niña no lloro ni salió corriendo, tan solo miro al cielo y dijo:
- Nadie muere, mi hermano me explicó que la gente se dormía un tiempo para ir a ver cosas bonitas porque aquí no las hay, pero luego vuelven! Te aseguro que si!
- Nada puede volver, nada…- diciendo esto el hombre emprendió su marcha de nuevo, sin mirar a la niña que dejaba sola, se sentía mal por ella, pero no podía hacer nada para devolverle la felicidad.
Siguió caminando durante varias horas hasta que oscureció, así que buscó un sitio donde dormir, no le costo mucho, unos metros hacia delante había un conjunto de rocas que podrian servirle de apoyo. Sacó unas moras que recogió por el camino y se las comió antes de cerrar los ojos.
De repente un ruido le sobresaltó, estaba bastante oscuro así que encendió rápidamente una cerilla de las que siempre llevaba en el bolsillo (un pequeño recuerdo de antes del desastre), no veía nada, pero escucho una respiración, no, un sollozo, y entonces vió unas huellas de pie descalzo en el suelo, unas pequeñas huellas.
- Que haces tu aquí? – le dijo a la niña pelirroja cuando la reconoció.
Ella no hablo, solo le miro con esos ojos castaños que en el lago le hicieron dudar, eso fue suficiente para comprender que debía asegurarse que nada malo le pasase a esa niña.
- Te aseguro que no hago esto porque me guste – le recordó a la niña mientras le ponía su camiseta por los hombros.
- Me llamo Cora- dijo ella mientras se arropaba.
El día siguiente amaneció con un sol insoportable, Rudel notaba que su ropa ardía. Caminaba por lo que ahora parecía un desierto y la niña le seguía dando botes.
- Oye vamos a llegar ya?- dijo ella por enésima vez.
- No.
- Pero yo estoy cansada y tengo muchísima hambre! Hambre infinita!- insistió ella.
Él la cogió del brazo y le dijo:
- Mira, dale gracias que te mantenga viva, pero no puedo mantenerte alimentada y descansada, no vuelvas a preguntar si hemos llegado otra vez, llegaremos cuando te lo diga, asi que cállate.
- Vaale, “señor dame las gracias”!- rió la niña y continuo saltando detrás de el hombre que ya había avanzado resignado...
Eva.
